Dos covers a Marco Antonio Solís me golpearon donde era y me pusieron a pensar.
Fue en Club Fonograma (blog muy influyente para la escena indie entre el 2008 y el 2013) donde se dijo que el hilo conductor que une a toda Latinoamérica es LA CUMBIA y que, una canción en especial, ayudaba a conectar con redes invisibles a todo aquel que se denominara latinoamericano. Esa canción es “Cómo te voy a olvidar”, himno que suena desde California hasta Tierra del Fuego y le transmite a todo el mundo amor, amor, amor.
Pues yo tengo una contrapropuesta, o más bien, una teoría en esta misma línea. La goma que mantiene unida a Latinoamérica es, en gran medida, el cristianismo (duh). Quizá lo que mantiene verdaderamente unida a Latinoamérica es un artista musical igualito a las representaciones modernas del mesías.
Marco Antonio Solís es parte de la canasta básica musical si uno creció de este lado del mundo.
Mi abuelo, quien siempre tuvo uno de los mejores equipos de sonido de la familia, aprovechaba las visitas de sus hijos y nietos para sonar el CD Trozos de mi alma (2002) un álbum que abre con la icónica “Si no te hubieras ido”.
Si uno pregunta a los artistas millenials de San José, Ciudad de México o de Lima que quiénes son sus influencias, podrán decir mil cosas. Pero es posible que en su crecimiento haya habido mucha canción de El Buki. Recuerdo que aquí en Costa Rica ponían en tele nacional el videoclip completo de “Si te pudiera mentir” unas tres veces al día, esto en canales que nunca pasaban videos.
Por eso no me extrañó para nada que en los últimos meses dos artistas ticos hayan hecho “covers”, versiones propias de canciones de El Buki. Las melodías y las letras de M. A. Solís son referente para nosotros como lo podría ser Cerati para los argentinos.
La primera versión es “Bailar sin Ti” de Rompiste Mis Flores. En esta canción la productora nacional Coraima Díaz nos regala un una botella de agua y nos lleva a un bar subterráneo a bailar y en medio del trip escuchamos palaabras familiares y nos topamos nada menos que a ̶J̶e̶s̶ú̶s̶ Marco Antonio Solís cantando.
Esta reinterpretación del hit “Si no te hubieras ido” nos eriza la piel porque cambia completamente el tono de la canción. Es needy, es zapateo necio, y es casi como ritual lleno de sintetizadores amenazantes. Le doy un 15/10 si me preguntan.
La otra versión que escuché fue “Si te pudiera mentir”, cantada por Adrián León de vicepresidente. Adrián simplemente me envió el link por Whatsapp y acompañado de la frase “new sufjan just dropped”. Cuando le di click vi que había diseñado una parodia de la portada de Carrie & Lowell (2015) de Sufjan Stevens (uno de sus artistas favoritos) pero con una foto de El Buki y su familia en los 90s.
Adrián literalmente hizo una versión del clásico de El Buki como si Sufjan Stevens la hubiese regrabado, con vientos y arpegios dulces en la guitarra; me pareció fucking genial. Incluso tuvo la audacia de samplear el típico camión que dice “ESTIMADOS VECINOS ANDAMOS RECOGIENDO: LAVADORAS, REFRIGERADORAS, COCINAS” que suena a menudo en los barrios del área metropolitana de Costa Rica.
¿Qué habrá pasado en el inconsciente colectivo que, después de casi 400 días de confinamiento, están brotando covers de El Buki?
Los covers hacen más fácil ver esa goma invisible que mantiene unidas las cosas: desde nuestras identidades hasta nuestra sanidad.
Ya que estoy hablando de la escena costarricense, les cuento que en el mundo prepandémico ocurrió que muchos bares que apoyaban a los artistas locales empezaron a darle más y más espacio a los grupos de covers. Quitarle espacios a la música original eventualmente dispersó nuestra escena y ahora con la pandemia el regreso de los grupos ha sido lento y lleno de obstáculos.
Rompiste Mis Flores (también conocida como Coco-Chan) y Adrián León (como vocalista de la banda vicepresidente) fueron parte de esa escena de música original, pero sé que han partido de los covers para explorar su creatividad.
Entonces me quedé pensando en si mi postura sobre los covers. Si yo empezara una banda, ¿apostaría por los covers? ¿Tocar canciones de otrxs iría con mi filosofía o no? Bienvenidos a LA NECEDAD, el newsletter en el que transcribo mis diálogos internos.
Creo que ya establecimos que hay covers buenos, MUY BUENOS. El día en que recomendé la serie Song Exploder de Netflix, mencioné que se entrevistaba a Trent Reznor sobre la canción “Hurt” de Nine Inch Nails y alguien me respondió “wow, no sabía que ellos tenían una versión!!!”.
Para mucha gente la versión original es la de Johnny Cash y Trent Reznor se vuelve un cero a la izquierda cuando se trata de “Hurt” (nada de esto me parece indignante, simplemente es así).
Trent who?
Podría iniciar toda la conversación sobre “¿cuáles son los covers que superan a la original?” pero mi punto aquí es señalar que hay covers que *en serio* ofrecen un input artístico tan original y especial, que se dejan de sentir como covers. Llamémosle a esos “covers artísticos”.
En Club Fonograma promovieron ese tipo de covers con la serie Fonogramáticos. Mi disco favorito fue Nosotros los Rockers (2010) en el que había un cover alternativo de la canción de rap “No quiero ejercicios de respiración, quiero pastillas” de Pipe Llorens.
Recientemente también me han gustado los covers en reggaeton que ha hecho CNCO a canciones de Montaner y Chayanne. Los covers me gustan cuando proponen alguno nuevo, si no, ¿para qué?
Existen también los covers irónicos. La escena indie de los dosmiles supuraba ironía y eso se tradujo en muchos covers de Britney Spears, Rihanna, Lorde y Beyoncé en formato acústico, en los que un HOMBRE (obvio) se encargaba de reversionar la canción de una mujer para salvarla (según ellos) de ser “plástica y artificial” y hacer un producto más “crudo” y “real”.
Esos covers burlistas son basura innecesaria y, como diría Harry Harris, son una forma de mansplaining. El mejor ejemplo fue el disco de Ryan Adams que hizo covers acústicos de casi todo 1989, el disco de Taylor Swift. La revista Pitchfork reseñó ese disco cuando antes NUNCA habían reseñado canciones de TayTay, es decir, no le pusieron atención a esas composiciones hasta que un hombre les dio su tiempo.
(Después nos enteramos que Ryan Adams era un cerote abusador y que evitó por varios años que su exesposa Mandy Moore tuviera una carrera artística, entonces creo que una vez el “micromachismo” superficial prueba ser síntoma de un machismo más profundo)
En fin, digamos no a los covers mansplaining.
La tercera y última categoría, los covers sin inspiración, son el típico cover de “tributo” u “homenaje”, que salen mal cuando no se imita a la perfección la grabación original, es decir, salen mal siempre. De nuevo: hay que innovar o mejor quedarse guardado.
Y yo fui ese chamaco que disfrutaba escuchar a alguien haciendo covers de Pink Floyd porque jamás imaginé que Roger Waters vendría a CR (y luego vino). Pero después de cierto momento esas bandas de 100% covers dejan de ser cute y le empiezan a quitar espacios a las bandas de música original. Es inevitable.
Alguna gente dirá que la falta de espacios para la música original es “el mercado diciendo lo que quiere”, pero yo no creo que el arte en general deba responder a las leyes de la economía, ni compararía la labor de esculpir una canción con la de imitar la de otra persona. Pero no me hagan caso, yo solo soy un necio.
Si quieren leer más, les recomiendo mis ideas sobre los documentales de Taylor Swift y Britney Spears. También pueden leer sobre mi miedo a la inevitable caída del reggaeton.
Gracias por quedarse hasta el final. <3