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Los Bándalos Chinos robaron mi corazón

Arturo Pardo nos cuenta las sorpresas que se llevó en el concierto con los argentinos.

Meses raros en las oficinas de LA NECEDAD. Hay fines de semana en los que hay mil conciertos y otros en los que se siente como que no pasa nada. Todos los fines, esos sí, un show de drag con gran valor de producción. ¿Quién se apunta a escribir de eso?

LA NECEDAD es un espacio abierto porque a todxs nos gustan cosas muy diferentes. A Arturo Pardo, por ejemplo, le gusta ir a conciertos con una libreta y mover el pie y apretar los labios (los propios, asumo) mientras suena buena música.

Hoy Arturo nos trae una reseña sobre un concierto que le gustó mucho. Si les gustaría hacer lo mismo, solo contesten a este email o me escriben por redes. This is the (necie) way.

Lo único que no me gusta de las reseñas es el FOMO retroactivo. Disfruten de las palabras de Arturo y las fotos de José Gerardo Argüello, @vientosventus.

Los Bándalos Chinos robaron mi corazón

Por Arturo Pardo

Bándalos Chinos no tilda su nombre, pero yo sí voy a hacerlo por respeto a las esdrújulas. Ya pasó casi un mes desde que se presentaron en Costa Rica, el domingo 9 de abril. Aún así, en mi cabeza todavía rota con frescura el recuerdo del colorido sudor de aquella fiesta musical; es como un eco que suma la emoción de la banda en tarima y la ilusión de la gente a mi alrededor.

Antes de verlos en carne y hueso, su única canción a la que le puse un corazoncito en Spotify era “Vámonos de viaje”, nada alternativo, pues es su pieza que suma más plays en la plataforma.

No iba al concierto como el fan más fan ni Bándalos Chinos estaba en mi lista de pendientes, pero ahora los argentinos están en mi lista de sorpresas.

A los teloneros, Lía Sample y Gabriel Loynaz, no los conocía como dupla. Con gusto los escucharía más veces, pero en un lugar menos tumultuoso. El juego de dos voces y la suavidad de las melodías, merecen un espacio donde haya tanto barullo al mejor estilo de la California josefina. (También los metí en mi improvisada lista de sorpresas.)

Quiero volver a Bándalos, pues hasta esa noche tenía la impresión de que sonaban bien en estudio, pero a partir de entonces sé que en vivo se aprecian aún mejor. Desde que sonó “Mi fiesta”, en el minuto uno, el jolgorio se volvió incontenible.

No te quiero ver en mi fiesta

pero me encantaría que aparezcas

No es la canción más intensa, mientras que la letra va más por un rollo interno que por algo frontal, pero mágicamente, mientras el hi-hat sonaba incansablemente y la guitarra hacía un riffsito sabroso, ya había algarabía en aquel lugar.

A mí no deja de fascinarme cuando un grupo logra mantener esa misma energía entusiasta de principio a fin. Quizá la clave está en la música, pero la actitud tiene peso, el entorno también debe incidir; de repente hasta influyó el hecho de que al día siguiente era lunes libre… Quién sabe qué sería, pero además de agradecerle a Juan Santamaría por este feriado, quedé principalmente agradecido por la banda, capaz de mantenerse alimentando la euforia colectiva.

Vinieron temas como “Una propuesta” y “Super V”, ¡que tiene una línea de bajo tan sabrosa! Este tema –que podría ser extraído de la discografía de George Michael, con ese estilo ochenteno kitsch– provocó que mi amigo al lado dijera con mucha sabiduría: “No hay nada como escuchar un saxofón en vivo”.

Luego vino “Paranoia Pop” y se convirtió en una de mis favoritas de la noche por su lírica idílica y jocosa a la vez y la simpleza de un arreglo cargado de detalles y mucho groove.

Bándalos es una mixtura de estilos, un coctel de influencias. Todo sale bien gracias a que cada integrante domina su instrumento tanto como al público. El setlist, que va desde la movida “Cállame” hasta “Demasiado”, —una pieza más lenta— es tan acogedor como bailable. Mentiría si digo que bailé físicamente, porque no suelo bailar en los conciertos (o en la vida más allá de mis clases de tap), pero internamente había algo que se movía en mí y que emulaba la sonrisa que veía en las caras cercanas. Esa sensación optimista y de gozo, se hacía completamente comprensible y cautivadora.

“Lo que están tocando ya se lo he oído a muchas otras bandas, pero ellos lo hacen bien”, me dijo el español que tengo al otro lado. Él no sabía nada del grupo antes de entrar acá, pero lo vi satisfecho, aunque quizá no tanto como otras personas delante mío, que se saben todas las letras de memoria, y qué dicha que es así, pues creo que Goyo, el cantante, tuvo a muchxs de esta especie en las primeras filas. Mientras lo iluminan los focos de luces intensas le vi pleno, igual que a sus compañeros de banda. Juntos forman una banda con mucha gasolina que vive unos de sus mejores momentos.

Un par de informantes me comentaron que cuando tocaron en Estéreo Picnic, apenas unos días antes, estuvieron suficientemente bien, pero que en Costa Rica están sonando aún mejor. Goyo, un rato antes, me había dicho en entrevista tras bastidoresque los conciertos de ellos en solitario los disfrutan más porque pueden extenderse todo lo que quieran y recibir la dedicación total del público. Con el tiempo en su bolsillo, Bándalos interpretó un total de 23 canciones hasta concluir con “Qué lindo es acordarme de vos”.

Para cerrar este recuerdo, destaco una parte de la letra de esta canción que, viéndola en retrospectiva, refleja bien cómo me siento ahora, al devolver mi cassette a aquella ocasión, deseando otro día feriado y anhelando otro concierto:

…qué lindo es acordarme de vos
se hizo de noche y estoy solo otra vez
pero qué lindo es acordarme de vos