Ver documentales de rock me puso a pensar en masculinidades, ¿cómo no?
Primero que nada, disculpen la ausencia. He tenido un par de situaciones personales que me han mantenido un poco alejado del newsletter pero muy activo en el podcast y la venta de camisas en Instagram.
Quiero contarles que la primera colaboración de LA NECEDAD es con Good Food, una plataforma que promueve “contenido nutritivo” y una alimentación sana. Con ellos ya había publicado “Vals”, uno de mis artículos favoritos, pero trabajamos en un tema que me encanta: la cultura hip-hop en Costa Rica.
Sergio y Arturo me dieron las llaves del reino dirigir una edición del Good Feed a la que invitamos a raperos a poner en papel la llegada y desarrollo del hip-hop al país y publicamos algunas de sus letras como poemas, para que más gente pueda conocer sus historias y su capacidad lírica.
Me emociona mucho este proyecto y espero que lo puedan disfrutar a partir de este jueves 5 de agosto en GoodFoodCR.com
Ahora sí, el post de esta semana.
Masculinos tóxicos
He estado en un retiro espiritual de solo ver documentales, específicamente de metal de los años 90-2000s, las últimas décadas a la que le importó el rock. Ha sido muy gracioso verlos porque mi conexión con la música gringa de los años 90 es casi nula. Crecí escuchando salsa, Los Ilegales, Latin Fresh, Sandy y Papo, toda una gama de artistas que cayeron en el olvido cuando Daddy Yankee sacó “Gasolina”.
Desde esa visión de extranjero y de persona que no vivió esas épocas, noto que todos estos documentales tienen en común el abordaje de la masculinidad. Las decisiones que toman los protagonistas de Until the Light Takes Us (docu sobre la creación del black metal), Some Kind of Monster (protagonizado por Metallica) y Woodstock ‘99 (sobre el infame festival del mismo nombre) están muy ligadas a su rol de hombres/machos/seres infalibles.
Un día normal en Noruega. ¿Qué intentan probar los metaleros? Foto del libro ‘True Norwegian Black Metal’ (2008).
Admito que es un tema que me apasiona porque nunca me identifiqué mucho con esas masculinidades hasta que me llegó la adolescencia y había dolores y sentimientos que solo aquellos que componían canciones con guitarras ruidosas entendían. Crecí con mucho caos alrededor y ese caos solo era matcheado por música cocinada con mucha testosterona: música con huevos, le han dicho siempre. Hoy me da risa porque realmente es un concepto muy tonto y reduccionista, pero apreciar y saber mucho de esa música hecha “con huevos” fue parte importante de mi socialización como adolescente.
Metallica: de lo siniestro a lo cotidiano
Voy a contar esto con mucho cuidado porque mis amigos se han burlado mucho de mí por compartirlo. La primera vez que escuché Metallica me cagué del susto: se sentía como música del diablo. Un amigo sacó un cassette y puso “Enter Sandman” a todo volumen aprovechando que sus papás no estaban en la casa. Y sí, me asustó porque nunca había escuchado música con tanta tensión, con tantas ganas de hacer sonar las guitarras como alambres de púas, ni había escuchado algo tan intencionalmente siniestro. Irónicamente esa música a la que la religión me enseñó a tenerle miedo se volvió una de mis cosas favoritas (sorry ma).
El documental de Metallica, Some Kind of Monster -disponible en Netflix-,empezó como un diario para preservar la creación de un nuevo disco del grupo. Pero es que en serio los hombres son (somos) tan cabezones que los maes prepararon la receta ideal para el fracaso: los músicos se obligaron a llegar sin ideas (strike one) a grabar en un campo militar abandonado en San Francisco (strike two). La banda, que se notaba cansada por la década mágica que tuvieron en los años 90, empieza a tener más peleas entre sus miembros preocupados por el futuro (strike three). Rápidamente, el grupo colapsa y el cantante, James Hetfield, se muda a un centro de rehabilitación por un año, para tratar sus adicciones (strike four).
¿Qué estoy contando con los strikes? Los momentos en los que esa idea de que se puede vivir solo de sexo, drogas y rock ‘n’ roll queda expuesto como una mentira.
Estos maes tenían años tratando de sostener un estilo de vida irreal, pero eventualmente todos los sentimientos que habían enterrado y habían escondido con guaro empezaron a salir de la tierra a golpes como zombies.
Cada escena en la que el grupo compartió algo nuevo sobre su vida fuera de los escenarios fue un motivo para criticarlos. La gente no podía concebir que James acompañara a su hija pequeña a un recital de ballet, porque “eso no es metal”.
“Some Kind of Monster” documental es una gran muestra de que sentarse, descansar y hablar de los sentimientos es la mejor forma de mantenerse cuerdo. Si se hubiera grabado hace un par de años, seguro tendría muchos disclaimers sobre “busca ayuda si te sientes así”, pero como fue publicado a inicio de los 2000s, lo único que consiguió Metallica es que se burlaran de ellos y les llamaran “llorones”.
Lars incluso le muestra la música a su papá, un señor danés muy serio que le dice que todo lo que hicieron fue una basura. James cuenta que nunca tuvo una figura paterna que le guiara. Y es así como dos íconos del metal abren un espacio para cuestionar sus masculinidades y cómo les cuesta vivir su vida. Si alguna vez lo vieron y pensaron que era una basura, les recomiendo revisitarlo como adultos: da una perspectiva muy fresca y lo pone a uno a reflexionar si todas las decisiones que toman son por costumbre o si verdaderamente las está pensando.
Ídolos noruegos
Uno de los documentales más impactantes que he visto es Until The Light Takes Us. Dos directores se mudaron a Noruega para contar sin amarillismos del nacimiento del black metal, el género más crudo y escandaloso que se conocía en los 90s. Desde Bergen, Noruega conocemos la tienda de discos en la que todos los metaleros decidieron tomar las enseñanzas del death metal pero llevarlas al extremo: su música iba a sonar menos pulida, iban a subirse a los escenarios a blasfemar todo lo posible y como actividad extracurricular iban a quemar iglesias históricas. (¿Qué estarían compensando?).
El documental es atravesado por la historia del asesinato de Euronymus de la banda Mayhem, contado por quienes estuvieron ahí: Fenriz (Darkthrone) y Varg Vikernes (Burzum), quien habla desde la cárcel. La muerte de Euronymus (y Dead, el primer cantante de Mayhem), son fundamentales para el crecimiento y la popularización de este género.
El metal, sus intérpretes y fans dan para varias tesis sobre la masculinidad y cómo los hombres necesitan reafirmar su hombría todos. los. días. Tanto así que Euronymus y Varg (el hombre que lo asesinaría unos años después de conocerse) competían constantemente por ver quién era más relevante para la escena del black metal. Los medios explotaron esos personajes masculinos tóxicos para crear narrativas de crimen que son muy muy rentables; volvieron ídolos a esos que se atrevieron romper las normas sociales.
Varg siempre insiste en que él quería insertar más temas políticos y nuevos valores en la música y que aquellos que se pusieron a quemar iglesias por deporte solo interpretaron de una forma conveniente estos nuevos ideales. Varg pedía a sus colegas que no se involucraran en esas actividades (¡buena idea!) para evitar que sus contrapartes se comportaran “como los estereotípicos negros” y “como homosexuales”. Él es prueba de que un buen consejo puede venir desde un fondo homofóbico y supremacista blanco… y por eso es necesario cuestionarse las ideas, siempre.
Se han escrito TESIS de cómo el black metal está atado al resurgimiento del nacionalismo y supremacismo blanco en Europa: los valores antiglobalización llevaron a muchos hombres de Noruega y Suecia a asumir las posturas de ultraderecha como única respuesta. Lo cual me parece absurdo, pues la colectividad y las políticas solidarias de esas regiones son una respuesta más efectiva y menos individualista a los problemas sociales. Pero no, ellos querían sentirse especiales, tener la última palabra y ya sabemos cómo las protestas legítimas se vuelven una competencia de cuál hombre tiene más razón y cuál lleva más lejos sus ganas de destruir el mundo.
Pueden ver el documental entero en YouTube en la peor calidad del mundo, quizá por morbo, quizá para pensar en cómo la masculinidad afecta la política mucho más de lo que nos gustaría.
Woodstock ‘99
Limp Bizkit. Korn. The Offspring. Rage Against the Machine. Red Hot Chili Peppers. La alineación del festival Woodstock ‘99 pintaba como un evento generacional, un momento en el que se iba a coronar una nueva era en la música. Pero el reciente documental de HBO dedicado a ese festival comprueba que lo peor de lo peor de las masculinidades tóxicas afloró en esos tres días.
Era la generación de American Pie, de Wild On y que básicamente solo veía a las mujeres como objetos y que estaba convencida que comportarse como un machito y destruir cosas era sinónimo de rebeldía. Ese documental fue el más complicado de ver por lo cercano que está todo. Porque los hombres que queman tarimas y escenarios y crean incendios en ese festival seguramente no andan muy lejos de los que tomaron el Capitolio el 6 de enero, ni andan muy lejos de La Manada de España, ni de esos grupitos de maes que creen que Joker es “un héroe” o algo.
Woodstock ‘99 ilustra cómo al dejar el control de un espacio a un montón de hombres es fácil que las cosas se salgan de control, pues todos los demás solo siguen a la turba sin cuestionar. Da mucha cólera ver que 20 años después los organizadores minimizan la violencia que sufrieron cientos de mujeres y las respuestas que dan, cargadas de orgullo de onvre. Para evitar esos puntos ciegos que se hace tan importante ✨cuestionarse ✨para tratar de llegar a lo que alguna gente le dice deconstruirse. Ojalá.
Hace unos días DaBaby estaba jugando la carta de “soy rapero” para excusar comentarios homofóbicos y serofóbicos. Por más que amo el rap y defiendo la libertad de expresión en el rap, me parece una burla al género que esa sea su excusa y la de quienes lo defienden. Anhelo que en este nuevo siglo las malas acciones de los hombres no sigan siendo justificadas con un argumento tan mediocre como “así soy”.
Es hora de mejorar.