Buscando respuestas en los documentales de Taylor Swift y Britney Spears.
Voy a admitir algo: no soy fan de los documentales de música que fueron creados y aprobados por el mismo artista. Siento que ese control no permite una visión panorámica de lo que pasa en sus carreras y muchas veces se vuelve en un documento que busca solamente aliados y difícilmente crea disenso.
La película de Freddie Mercury, Bohemian Rhapsody (2018), la supervisaron los músicos de Queen que quedan vivos, dos señores heterosexuales que nos dejaron bien claro que 1) ser gay estaba mal y 2) ellos nunca hicieron nada malo en los años 70 y todo era culpa de Freddie. Ellos son mi mejor argumento de por qué no es bueno dejar que los músicos consagrados nos cuenten sus historias: es poco productivo en el mejor de los casos y puede llegar a ser tramposo en los peores.
Entonces se pueden imaginar mi escepticismo cuando le di play a Miss Americana (2020), el documental de Taylor Swift para Netflix.
Taylor anunció el documental en el 2019 en medio de una batalla legal con Scooter Braun, manager de Kanye y Justin Bieber, quien compró todo su catálogo musical y básicamente la persona por la que ella ahora se ha dedicado a regrabar su música.
Desde aquel anuncio (en forma de posts de Tumblr) me quedó muy claro que Taylor se encargaba directamente de sus asuntos, que era de las personas más hands-on en la industria de la música.
Taylor Swift, sabemos, ha tenido momentos muy duros frente al público. Seguro estamos pensando en lo mismo: Kanye West le arrebató un micrófono de la mano el mismo día en que se conocieron. Ese evento se posiciona en Miss Americana como un punto de inflexión, un momento en el que todas las inseguridades y todos los miedos de ya no ser querida ni deseada como artista empezaron a sacudirle.
¿Miss Americana sería un mejor documental si Taylor le hubiera abierto las puertas a una persona que le cuestionara un poco más? Definitivamente. Pero Miss Americana triunfa al mostrar la vulnerabilidad de Taylor, una parte que la mayoría de los medios −convenientemente− han ignorado. Han querido ignorar que es un ser humano para recalcarnos que es exitosa, es inteligente y una belleza tan hegemónica que los nazis de internet la endiosaron (me encantaría haberme inventado esa frase de mierda pero tristemente no).
Si era tan perfecta, no podría sentir dolor por lo que se dijera, ¿verdad? Miss Americana es la forma de Taylor de alzar su voz y muestra lo complicado que fue a lo interno, hacer gestos como criticar a una política ultraconservadora. O el proceso legal que llevó para denunciar a un hombre que la acosó sexualmente frente a siete testigos y que casi sale librado.
Miss Americana es una mirada interna al proceso mental de la artista mejor vendida de su generación, una artista cuyo único pecado ha sido estar preparada para reaccionar ante lo malo que le ha pasado. Ella misma lo dice, más o menos así: “se enojan porque las cosas me salen bien y tengo un plan para cuando las cosas salen mal”. Le dicen, como si fuera un insulto, que es calculadora y por ende, mala.
Britney Spears en el laberinto
Tenía muy fresco Miss Americana cuando vi Framing Britney Spears (2021), el documental que ha despertado la curiosidad de la gente sobre el estado mental, físico y legal de Britney a sus 39 años.
En los dos documentales vemos a dos figuras femeninas recibiendo mierda de los medios: comentarios sobre su cuerpo que no le haríamos a nadie que conocemos, persecuciones que harían a cualquier persona sentarse a llorar y el fantasma de exnovios famosos que aprovecharon su posición para vender más discos.
Britney no es la figura pasiva que algunos nos imaginábamos. En el documental vemos como ella, en su pico de fama en los dosmiles, escoge sus coreografías, a sus bailarines y es responsable por muchos de los detalles por los que hoy la recordamos y queremos. Vemos también como hace un par de años ella se negó a anunciar una gira para dejarle claro a su papá, a su “albacea”, que no va a cantar más mientras él siga administrando sus propiedades.
Si Miss Americana es predecible porque Taylor siempre logra salirse con la suya, Framing Britney Spears es lo más desolador que he visto en mucho tiempo.
Lo que hoy veríamos como múltiples señales de que Britney Spears estaba siendo acosada, sufría de depresión y no tenía una red de apoyo, en el documental estos se vuelven los peldaños que ella con una fuerza sobrenatural escala antes de caer. Si cayó fue porque ni su familia ni sus parejas la vieron como la persona extraordinaria que es.
Framing Britney Spears es una oportunidad para empatizar con el humano más allá de la pantalla. No necesita de entrevistas actuales con Britney pues todo lo que ella nos quería decir nos lo dijo hace muchos años, cuando a los que nos educaron machistas creíamos que solo era una rubia que cantaba.
Si Miss Americana es la voz de Taylor Swift sin filtros, Framing Britney Spears lucha para que la princesa del pop tenga su voz de vuelta; es un reclamo desde las voces de distintas mujeres -su nana, su abogada, sus fans-, mujeres que la vieron crecer y que sueñan con que un día ella sea la que pueda contarnos su historia.
Muchas de las respuestas negativas a Miss Americana fueron “¿por qué Taylor Swift hizo eso?”. Mientras que los reclamos a Framing Britney Spears suenan algo así como “¿por qué Britney Spears se dejó hacer eso?”. Mi pregunta sería: ¿por qué siempre creen que es culpa de las mujeres?