Richard Villegas nos cuenta cómo el Motomami Tour fue una gala hedonista entre mallas y cascos de motocicleta.
Si la RAE hiciera como el diccionario Oxford English y eligiera cada año una palabra nueva, la del 2022, en la escena musical latina sería MOTOMAMI. Tantos memes, tantos eventos y tantos inside jokes entre amigos han usado esta palabra que ya se siente familiar, aunque sus múltiples significados dificultan la tarea de definirla de una sola manera.
Aquí en LA NECEDAD escuchamos el disco Motomami de Rosalía semanas antes de que este se publicara y quedamos con más preguntas que respuestas, pero pasado el shock inicial puedo decir que es de los discos más destacados del año, que cuando termina “Bulerías” ya estoy esperando a que empiece “Chicken Teriyaki” y que cuando uno suenan “Saoko” o “Bizcochito” en una fiesta, el lugar se cae. Ya tengo mi vinilo, también.
Lo que no logré fue conseguir a tiempo entradas para ver el tour de Motomami en alguna ciudad latinoamericana. En Costa Rica no tenemos una “arena” o auditorio cerrado que reciba a 3.500, 5.000 o 10.000 personas como en otras capitales latinoamericanas, así que nos quedó conformarnos con ver los 500.000 tiktoks al respecto. Pero estos videos no me transmiten el feeling de estar ahí, de escucharla usar esa voz privilegiada para erizar brazos, mientras hace coreografías complicadas.
Así fue como se me ocurrió pedirle a mi amigo Richard Villegas de del podcast Songmess que reseñara lo que vio en la Ciudad de México, la primera parada del tour latino de la Motomamá.
Rixi puso un tuit satisfecho con el espectáculo y sabiendo que es de esas personas que se fija en los pequeños detalles a la hora de evaluar un show, decidí escribirle para pedirle sus impresiones. Así es como el newsletter de hoy viene con una crónica del concierto de Rosalía en el Auditorio Nacional de México frente a 10.000 personas, el pasado 14 de agosto.
Les dejo con la Motoreseña de Richard Villegas.
RosalíAlive
¿Qué haces el Domingo? ¿Vamos a Rosalía? ¿O te da pena que te vean ahí?
Mirando mi Whatsapp con una mezcla de incredulidad y pereza −pero siempre dispuesto a hacerla de escenoso−, no dudé en aceptar la invitación de una amiga periodista que recién llegaba a la Ciudad de México.
Aunque no creo en el concepto de “guilty pleasures”, ni mucho menos en opiniones de internet dictándome dónde puedo o no ser visto, su última pregunta me pareció bastante válida. Nunca he tenido miedo de criticar a la Motomadre por ciertas curiosidades latinoamericanas lanzadas sin colaboradores latinoamericanos (coff coff, “La Fama,” “Despechá”), pero también he gozado de ver su enorme evolución artística sobre el escenario. Las Motomamis podemos ser fans y a la vez exigir representación y compensación de las comunidades que “inspiran” al primer mundo.
No creo en el concepto de “guilty pleasures”, ni mucho menos en opiniones de internet dictándome dónde puedo o no ser visto.
En 2017, durante el ciclo promocional de Los Ángeles, la vi cantar en Primavera Sound en un teatro catalán abarrotado de gente, y acompañada por el guitarrista Raul Refré; melodramática, controlada, un talento impresionante. Fue un show de flamenco íntimo pero con infinitas posibilidades pop exploradas en su próximo disco, El Mal Querer. Dos años después, presencié su salto de solemne intérprete flamenca a la nueva princesa del avant-pop, convirtiendo su headlining set en el Festival Ceremonia de México en la fiesta de lanzamiento para su viralsísimo éxito “Con Altura” feat. el magnate del hot-doggeaton, J. Balvin.
Con toda la expectativa erudita sobre sus hombros, el giro de Rosalía hacia el reggaeton generó controversias que la acusaban desde apropiación cultural hasta de un downgrade intelectual. Y como buena provocadora y businesswoman, la artista de 29 años supo aprovechar aquella novedad, el escándalo y varias buenas composiciones que la llevaron a colaborar con Bad Bunny, Ozuna, y Arca; influencias que dan forma a su más reciente producción, Motomami. Con todo eso visto, escuchado, y sobre-pensado, me preparé mentalmente para asistir a uno de los pop shows más anticipados del año.
Reunión de Motohijes
Rosalía inició el tramo latinoamericano de su Motomami tour con 2 fechas sold out en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. La emoción del público era palpable desde las escalas del auditorio, aunque la experiencia realmente empezaba al bajarte del taxi.
Puestos de merch pirata llenaban las banquetas con camisas, gorras y chaquetas que −francamente− eran mucho más dinámicas que los estilos hypebeast-minimalista y exorbitantemente caros de la merca oficial dentro del foro. Las fashionz también iban a mil por hora, oscilando entre el normcore Gen Z y las inventadeces no-binarias más estrafalarias posibles: tacones vertiginosos, gear de motociclista y suficiente glitter para suplir un cabaret de dragas por años; les Motohijes se lucieron.
Extasiados, nos apresuramos, llegamos a nuestros asientos en tercera fila, justo frente al escenario, y nos persignamos expectantes.
Blackout. Intro de “Saoko.” Procesión de moto cascos con luces LED. Let's go!
“Saoko,” “Candy,” y “Bizcochito” abrieron el set de manera explosiva. Entre gritos, hits, cámaras portátiles, y coreografía acrobática, quedó claro desde el comienzo que este es un show meticulosamente planeado y directamente conectado al visionario lanzamiento de Motomami vía TikTok.
El set, blanco como lienzo vacío, se ancla en un minimalismo que le permite al público proyectar sus propias expectativas mientras que Rosalía y sus bailarines parecen moverse como caricaturas animadas del antiguo Walt Disney, gracias a la excelente coreografía de Mecnun Giasar.
Rompiendo esquemas
La primera mitad del concierto tuvo algunos silencios a oscuras entre canciones; ahí entendí la crítica hacia su decisión de girar sin banda, la cual podría haber rellenado un poco. Luego me enteré que al ser la primera fecha de la gira Latinoamericana, tenían nuevo ingeniero de sonido y que ciertos detalles técnicos todavía se estaban resolviendo. El show se me hace aún más impresionante considerando lo poco que incomodaban estas fallas.
El poderío de Rosalía como intérprete sólo ha crecido a lo largo de los años. Con tan intensa coreografía, y la desequilibrante altitud de la Ciudad de México, nunca se le escuchó corta de aire. Esto también se ve reflejado en su cuerpo, presumiendo un físico musculoso y saludable, donde tantas veces las exigencias y cansancio de este tipo de gira repercuten fuertemente sobre sus estrellas.
Otra sorpresa fue ver a Rosalía tocar la guitarra y el piano para “Dolerme” y “Hentai”. O sea, no debería sorprender que una artista de semejante calibre sepa tocar algún instrumento, aunque en giras previas no lo ha hecho, pero entre tanto perreo y meme es fácil obviar la lógica.
En mi opinión, todo esto es parte de su cosmovisión rompe-esquemas, rechazando el complejo de mesías del flamenco y el pop futurista con canciones burdas e infantiles como “Hentai” o “Abcdefg”, pero siempre en control de la narrativa y dirección de su indiscutible talento.
Ese talento fue premiado con una lluvia de peluches del Doctor Simi; la mascota de una cadena de farmacias que se ha convertido en un meme emblemático de México, frecuentemente visto como botarga, perreando en la calle frente a diferentes sucursales.
Desde la reapertura de conciertos post-pandémicos, el público mexicano se ha dado la tarea de lanzarle peluches del queridísimo doctor a artistas internacionales cómo una especie de souvenir, lo cual ha causado controversia clasista en todo México. Porqueobvio, no queremos que los gringos y europeos vean a Latinoamérica con inferioridad... (suerte con eso).
El Motomami tour es brutal, y vale hasta el último centavo que te vas a gastar, aunque repito: la merch de la calle es una mucha mejor inversión ¿Quién más te podría dar una camisa con el logo de Motorhead pero que diga Motomami?
Y para los que reclamaban que ya Rosalía no es la misma de antes, que ya abandonó la ‘música profunda’, aquí les queda una parte de su performance de “Pienso Tu Mirá”.
Escribo este texto desde Ecuador, donde varios amigos me han dicho que se lanzarán a Colombia a tener su propios motomomentos y los elogios siguen cayendo hasta de las mejores performers pop de la actualidad.
Rosalía terminó su concierto con la convulsiva “CUUUUuuuuuute,” con la producción alucinante de TAYHANA y una coreografía que captura el caos calculado del show. Es una gran nota para cerrar la noche y subraya tantas de las nociones frescas del pop que Rosalía nos propone: Diversión con intención., recordándonos como mantra: keep it cuuuuuuute.